La colaboración es una de las palabras presentes en cualquier discurso empresarial. Somos conscientes de que la colaboración es capaz de crear ventajas competitivas y por eso las empresas tratan de encontrar la manera de fomentar, premiar y apoyar la colaboración entre sus empleados.

Aunque son diversos los factores que influyen en el logro de esta colaboración, hay uno en el que debemos reparar desde el principio: la creación de espacios. Hoy, al diseñar una oficina o centro de trabajo lo primero que nos tenemos que preguntar es ¿cómo puedo mejorar la experiencia laboral de mis empleados?

No nos vale con alojar a personas en un espacio, necesitamos construir una experiencia que permita que esta colaboración fluya: el ambiente laboral es capaz de modificar el estado de ánimo. ¿Y de qué se compone esta colaboración? Pues sus principales ingredientes son creatividad, flujo de información, comunicación, socialización, interacción… necesitamos crear entornos libres y flexibles para que la colaboración se haga posible.

Esto no es algo que hayan inventado las empresas de la nueva economía americana, como Google o Pixar, sino que se fundamenta en estudios psicológicos que se remontan a los años 40.

Ya entonces, el psicólogo León Festinger publicó investigaciones en los que decían que es el espacio físico el que permite que las amistades se generen. La confianza y la amistad se desarrollan en contactos breves y pasivos, por ejemplo, al coger juntos el ascensor o cruzarse en la calle. Posteriormente, se desarrollan la amistad, la colaboración y se asumen comportamientos similares.

Necesitamos por tanto crear espacios que favorezcan estos contactos breves, que fomenten el intercambio de opiniones, como espacios abiertos, zonas de café u otras zonas comunes, más que las estrictamente necesarias.

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Tampoco podemos olvidarnos de la tecnología: debemos asegurarnos de que la tecnología esté disponible en los lugares en los que se colabora. Esto empieza por los espacios de reunión, aquellos lugares en los que se “oficializa” la colaboración: las salas de reunión deben ser cómodas y estar equipadas con las herramientas adecuadas. En muchas ocasiones la tecnología disponible determinará si la sala se utilizará o no y siempre cómo las personas van a interactuar.

Por ejemplo, nuestra mesa de reuniones iSurf está especialmente diseñada para fomentar esta colaboración y dotar las reuniones de toda la tecnología necesaria.

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En el mobiliario, la funcionalidad es fundamental. Eso y que permitan variaciones de postura y alturas, asegurando que las horas de trabajo no limitan nuestro bienestar y comodidad.

Además de las salas de reuniones, tenemos que prestar atención a otros lugares donde la colaboración puede surgir de manera informal: áreas de descanso, zona de café, puestos individuales…

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¿Cuentan tus puestos individuales con conexiones para que otro compañero que se acerque a trabajar pueda conectar su dispositivo de una manera rápida y eficaz?

Y si la tecnología es imprescindible, tampoco podemos olvidarnos de los medios más tradicionales: tablones de anuncios, pizarras u otros espacios verticales de exhibición donde se pueden compartir calendarios, ideas o noticias se convierten en zonas informales de colaboración y refuerzan una cultura corporativa de participación.

La creación de espacios para la colaboración y la elección del mobiliario adecuado fomentan la colaboración y con ello facilitan la optimización de procesos, la creatividad, la unión y, por consiguiente, el éxito empresarial.